Con la dignidad colegial dada a un templo católico se quiere significar la importancia de una determinada población en la que no existe sede episcopal así como dignificar el culto divino en la misma.
Colegiata Insigne de Motril a principios del siglo XX |
Ambas razones debieron pesar en el ánimo del Cardenal Belluga que expresó ya en 1740, recién concluida la obra de la Capilla de los Dolores, su deseo de elevar la Iglesia Mayor de su ciudad natal en Colegiata Insigne bajo patronato real, en carta dirigida al Cabildo Municipal de 26 de mayo de ese año: “…sin olvidarme del deseo de V.S. y mío de que se erija esa nuestra iglesia en colegiata…”.
Como era de esperar bajo la influencia del Purpurado motrileño, Su Santidad Benedicto XIV, gran amigo de Belluga, otorgó dicho rango a la Iglesia de Motril, expidiendo la pertinente Bula de Erección “en Santa María la Mayor en 21 de Noviembre del año próximo pasado de 1742 tercero de su pontificado (…), en la que se ordena se erija en Colegiata Insigne la Iglesia Parroquial de la Ciudad de Motril”.
Aun así habría que esperar seis años para la erección efectiva de la Colegiata , toda vez que el Cabildo Catedral granadino envió un memorial a Roma exponiendo las razones en contra de dicho privilegio, básicamente de orden económico.
No será hasta diciembre de 1747 cuando una sentencia real dé la razón a la Iglesia de Motril, designado como Juez Erector de la misma a D. Fernando Alcaraz Hurtado y Belluga, sobrino del Cardenal, que la hará efectiva el 30 de abril de 1748, cinco años después de la muerte de Belluga.