La primera etapa del nuevo obispo de Cartagena viene marcada por su obligada participación en el enfrentamiento sucesorio desencadenado en 1701.
A los pocos meses de su llegada al Obispado, finales de 1705, Belluga tiene que interrumpir su primera visita pastoral a la diócesis para hacerse cargo de la recién constituida Junta de Guerra y Defensa de la ciudad de Murcia ante los avances del ejercito austracista desde la ciudad de Valencia sobre el territorio murciano.
La presidencia de la citada Junta de Defensa lleva aparejado el cargo de Capitán General de Murcia, máxima autoridad militar y política de la ciudad. En esa condición y ante los llamamientos del Gobernador de Alicante, cercada por el ejercito aliado, Belluga al frente de 4000 hombres libera la ciudad y establece su cuartel general en la de Villena, desde donde recibe las ayudas que le rey le hace llegar para la defensa del Reino de Murcia.
En el verano de 1706 los ejércitos del pretendiente avanzan sobre Murcia tomando importantes plazas como Orihuela y Alicante, esta última fue saqueada entre el 8 y 9 de agosto de 1706. Belluga se ve obligado a abandonar Murcia para organizar la ofensiva desde Lorca y Totona, no sin antes mandar inundar la huerta murciana abriendo las puertas del Azud Mayor y quebrando las acequias, para dificultar el avance enemigo sobre la ciudad.
Desde las dos ciudades mencionadas el obispo envía refuerzos que, junto a los efectivos murcianos, se atrincheran en una finca cercana a Murcia perteneciente a D. Baltasar Fontes, donde consiguen vencer el avance enemigo y el repliegue del ejercito austracista tras la conocida Batalla del Huerto de las Bombas el 4 de septiembre de 1706.
Belluga puede entonces regresar a Murcia para organizar personal la ofensiva contra el sur valenciano, tomando Orihuela, Elche, Elda y Villena, y sitiando Alicante. Desde allí y junto a los refuerzos mandados desde Castilla, avanzaron las tropas mandadas por el Obispo sobre la ciudad de Cartagena, en poder de los aliados, que fue tomada el 18 de noviembre de 1706 con lo que la práctica totalidad de la Diócesis de Belluga quedó bajo el dominio borbónico.