Belluga decoró y alhajó magníficamente su capilla motrileña siguiendo un completo programa iconográfico que ha sido detalladamente estudiado por el profesor López-Guadalupe Muñoz en su ya citado trabajo sobre la misma.
El retablo, con su cuadro dedicado a la titular de la capilla, se configuraba como elemento principal del espacio, que se completaba con varios cuadros y un amplio repertorio de reliquias enviadas por Belluga desde Roma, no en vano el Cardenal perteneció a la Congregación de Sagradas Reliquias.
La ubicación exacta de cada una de ellas fue señalada por Belluga, así como los días en que habrían de venerarse públicamente. La relación de las mismas y la descripción de los relicarios que las contenían es la que sigue:
Un relicario en forma de ostensorio de cristal de roca guarnecido de plata que contenía una de las espinas de la corona de Nuestro Señor Jesucristo, un Lignum Crucis, una porción del velo de la Santísima Virgen con uno de sus cabellos.
Una urna, que se ubicaba bajo la mesa del altar, con el cuerpo incorrupto de San Inocencio Mártir, con traje militar “forma en que se visten en la Corte Romana semejantes cuerpos”.
Cuatro relicarios con ciento treinta reliquias cada uno de ellos, “con sus adornos de talla dorados, sus puertas y cuatro llaves”, entre ellas se contaban la de la columna donde fue azotado Nuestro Señor Jesucristo y otra de San Pedro.
Cuatro “ur-nas adornadas con flores, y sus adornos de talla dorados” con los cuerpos de los Santos Mártires Santa Zoe, San Faustino, San Teófilo y Santa Celestina.
Desgraciadamente ninguna de ellas ha llegado a nuestros días, por lo que las imágenes que ofrecemos corresponden a relicarios de la época con características similares a las descritas por Belluga.