Basílica de San Pedro,Roma. |
Resulta imposible relacionar la ímproba labor llevada a cabo por Belluga en los casi veinte años trascurridos desde su definitiva instalación en Roma hasta su muerte, pues su extensa formación lo distinguirían como experto jurista y teólogo, y su valía personal le merecieron el aprecio de todos los Sumos Pontífices que le conocieron, reputándole como uno de los más sobresalientes miembros del Colegio Cardenalicio.
Como consultor, adscrito, miembro de pleno derecho o máximo responsable de alguna de ellas, Belluga forma parte de casi todas las Congregaciones Romanas que regían en aquel momento la vida de la Iglesia. Si en su primera estancia en Roma (1722-1723), Belluga fue adscrito a la Congregación de Concilios donde fue el redactor e impulsor de la Bula Apotolici Ministerii para la reforma de la Iglesia Española , partir de 1724 participaría en las Congregaciones de Ritos, Concilios, Inmunidades, Regulares, Sagradas Reliquias, y muy singularmente en la de Propaganda Fide.
Su eficaz defensa de la causa de los cuatro Santos de Cartagena lo ponderarían como uno de los más expertos cardenales de la curia en lo referente a la Causa de los Santos, en cuya Congregación intervino como informante, ponente o fiscal, en procesos como los de San Vicente Ferrer, San Juan de la Cruz , San Francisco Solano o San Juan de Dios.
Además fueron numerosas las Comisiones Pontificias que le fueron encargadas, y sus informes y consultas, siempre bien razonadas y fundamentadas teológica o canónicamente, fueron requeridas en multitud de ocasiones.
En su trabajo biográfico, el profesor Vilar, aporta incontables datos de la, por otra parte aún incompleta, vida y obra de Belluga en Roma, concluyendo que “las excelentes relaciones que el obispo dimisionario de Cartagena mantuvo con los sucesivos pontífices […] todos los cuales le distinguieron con su amistad, le situaron en puestos relevantes y le encomendaron misiones de confianza, hizo de Belluga un referente obligado en la Roma de su tiempo”.