La relación del monarca Español con el Obispo y luego Cardenal motrileño, se basa en el mutuo sincero respeto y admiración que se profesaban ambos personajes.
Belluga se granjeó la amistad del Rey por su ardua defensa de los derechos sucesorios del primer Borbón, antes incluso de su promoción a Obispado de Cartagena. Por su parte Felipe V, que lo nombró miembro de su Real Consejo, tenía en alta estima la opinión y actuación de Belluga, “cuando el Obispo de Murcia lo hace, razón tendrá” afirmó en más de una ocasión.
La lealtad de Belluga al Rey de España fue una de sus constantes durante toda su vida, sin que ello fuera óbice para mantener posturas encontradas con el mismo en diversas ocasiones, como demuestra su frontal oposición a las posturas regalistas defendidas por ministros y asesores del Rey, y que fueron enérgicamente combatidas por Belluga en su famoso “Memorial del Doctor D. Luis Belluga, Obispo de Cartagena al Rey Phelipo Quinto, Sobre las materias pendientes con la Corte de Roma, y expulsión de Nuncio de Su Santidad de los Reynos de España”.
A pesar de los desencuentros Belluga fue un leal súbdito que contó con el apoyo real manifestado en los reiterados nombramientos y distinciones con los que el Rey quiso distinguirlo, Capitán General de los reales ejércitos, Virrey de Valencia, Caballero de la Real Orden de San Genaro, Ministro del Rey en la corte de Roma y Protector de España, título este último que Felipe V dejó vacante a la muerte de Belluga y hasta el final de su reinado.
Belluga por su parte, puso bajo el auspicio del Rey todas sus Pías Fundaciones, patronazgo Real confirmado y por la “Real cédula confirmatoria de las fundaciones de Belluga” de 1742.
Pero sin duda la más clara evidencia del respeto y estima del Rey por el Cardenal Belluga viene dada por la deferencia que de él hace al considerarlo repetidamente como “nuestro padre”.